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Luis Benítez, Buenos Aires

 

Del Libro-Revista Barataria, 2001

 

 

Nuestra generación fue un puñado de hombre solos, una pizca de mujeres destruidas,

una manojo de nadas sin zapatos,

el racimo de las viñas de la ira.

Yo que agonizo

me permito evocarte aunque mi recuerdo

te cause asco, nena, asco profundo,

como causa asco la inmunda mermelada que transpiran

los siempre equivocados porque aman demasiado,

aunque el credo y el miserere que rezamos siempre

tu y yo solos en dos noches separadas a sabiendas por nosotros

-tuyo el credo sólo en mí y mío entero el miserable de mí-

desde entonces dicen

que nunca nunca se ama demasiado:

¿o será acaso, en lo profundo, lo que nadie puede ver,

al revés el oscuro latín de lo real?

concentrado todo da pavor en el urgente fin de siglo,

hay que terminarlo de un modo o de otro

y éste es el fúnebre galán de la fiesta,

vestido para la fecha que ya

un cuarto de centuria arranca.

lástima, en septembre love,

que no fue aquélla ni ésta mi noche de septiembre.

una sangrienta primavera baja sobre la noche del suicida

y la náusea habita desde entonces cada esponsal.

creo ver a tu padre muerto con su dedo

hundir la hondura adonde dio la noche,

a la loca de tu madre pegándote en la cara

el monograma indeleble de otra loca en su progenie.

Creo ver a unos muertos celebrar la boda, mi ojo derecho –el que mira al olvido- arranca del olvido precoz

la sonrisa que perfora la vergüenza.

Mi ojo izquierdo, el que mira a la vejez,

arruga el futuro, verruga de lo que fue terso,

se complace en las vísperas anticipando

tu rostro y el mío entre las llamas

arder como dos fotografías viejas.

¿Fui el fantasma de la noche

y de las noches luego felices,

las noches y las tardes

en que engendraste a tus hijos?

¿No fui acaso el olvido y lo reído por los esposos,

cuando la burla a los que pasaban raudos en el tren,

un rostro tiznado de furia asomándose

desde la locomotora, el primero de los que veían

desnuda a la virgen loca bailar con el idiota?

dame al menos ese miserable papel en tu vida,

en el diario arrugado que se aleja por la ruta

que lleva a un pueblo de cobardes

la noticia titular que yo lamento.

dime, hoy muda calavera de lo que amé

hasta la esquina misma del infortunio,

si yo, que albergo esta pecera de imágenes

donde hasta cabe Virgilio, no era entonces,

en la riente oscuridad entre los labios

de la muerte en que la florida edad

todas las señas tienen de la vida,

sino lo ridículo y eterno donde lo llorado

llora lo que no ve de si, ese si mismo.

Mátame. pero no

de a poco, como la vida.

De una palabra mátame.

de una mirada sola.

 

 

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