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Silvia Castellón, Puerto Madryn

 

Poesías de la madrugada

 

1.

 

El lugar en que vivo

es como tantos otros.

Pero a la vez, único.

Sus abrojos  son parte

de la piel de mis huellas.

 

La tierra que habito,

a

agreste, seca y lejana,

es la tierra donde la lluvia

esconde sus lágrimas

y donde las gaviotas despeinadas

juegan en mi patio,

como los horneros

en las estatuas de alguna gran ciudad.

 

Esta tierra

la que piso a diario

está distante de la otra;

aquella, que me vio nacer.

 

 

Uno, no elige donde nacer

ni donde morir,

se está allí

simplemente

sin saber

cuando ni porque

solo y único

como un deshabitado grano de arena

en la recova de un caracol.

 

2.

 

En el callado instante

en que se separen nuestros cuerpos

podés encontrarme, amor mío

en el murmullo de alguna sombra

que rece una metáfora.

 

Entonces, cuando mis huesos sean polvo

escurriéndose entre tus dedos

y mis labios nocturnos

humedezcan tu rostro en gotas de rocío,

te ruego, amor mío

que escarbes en el minuto pasado

donde se anclaron para siempre

mis besos en tu memoria.

 

Y aunque ya no huelas el perfume del amor

que se durmió en el éxtasis,

dejáte recorrer tan solo un momento

por aquel instante

en que las lenguas transitaron la piel de nuestra pasión.

 

Solo allí,

en el centro de esa felicidad,

decíme adiós.

 

3.  

 

no me nombres

solo

pensáme

pensáme para poder ver a futuro que harán con las manos que quedaron vacías

pensáme con el dolor fresco de cada par de ojos

que vivió el estupor de  perder a sus queridos en un efímero y eterno segundo

 

mi nombre

tiene el canto de las sirenas

seduce y atrae con la llama de la muerte dulce

sin tiempo siquiera, para pensar dónde quedó el sol

 

pensáme

imaginá que pronto volveré

para llevarme lo que olvidé

no te duermas sin mi recuerdo

y si lo hacés

soñá con el olor fresco del amanecer cálido

en una playa tranquila y lejana

sin olvidar que mi nombre,

es tsunami.

 

Ciclo

 

La tarde sube peldaño a peldaño

su lenta agonía hacia el lecho mortal.

La noche cautelosa, espera en su grada,

para amamantar a las estrellas

antes que llegue la madrugada

que somnolienta sueña con el sol de la mañana

que aguarda paciente a su nueva hija, la tarde.

 

 

 

 

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