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SOBRE
EL COLECCIONISMO DE LIBROS Por Horacio López Conjunto
de varias cosas de una misma clase. La
definición del diccionario corresponde a la palabra colección
y su indiscutible certeza para la totalidad de los objetos coleccionables,
merece algunas precisiones en lo que al libro se refiere. ¿Porqué se coleccionan libros?. La respuesta es amplia y con seguridad incompleta, teniendo en cuenta la condición de objeto incomparable que caracteriza al libro. Y precisamente su condición de objeto es uno de los motivos principales para engrosar las bibliotecas de los coleccionistas, siempre dispuestos a emplear el tiempo y el dinero necesarios o posibles para conseguir el ejemplar buscado. Un
libro antiguo es también raro y por lo tanto escaso, pero la antigüedad por sí
sola no es siempre motivo suficiente para hacer valioso y atractivo un libro.
Además del natural transcurso del tiempo, el tema, el autor, la edición y
hasta la encuadernación (en caso que exista), son elementos fundamentales para
hacer del ejemplar
un objeto preciado. A modo de ejemplo, dos libros editados en el mismo año
del siglo XVII, podrán diferir sustancialmente en el interés bibliófilo y por
ende en su valor, según sean apreciados los elementos citados anteriormente y
también la época en que se descubran a la consideración pública. Esto nos
vincula con una palabra difícil de asociar al mundo del libro pero que en la práctica
tiene en algunos casos notable influencia en el mundo coleccionista: la palabra
es moda. Si bien ciertos ejemplares
son clásicos eternos, el afán coleccionador reconoce momentos donde,
especialmente determinados autores después de su desaparición física, se
convierten en auténticas estrellas bibliófilas. Primeras ediciones de
escritores célebres como Leopoldo
Lugones, Roberto Arlt, Horacio Quiroga, por citar unos pocos, han sido piezas de
colección muy valoradas en especial entre los años 60 y 80, interés que hoy
tiene con seguridad a Jorge Luis Borges como principal referente. Podemos
deducir entonces que el coleccionismo librero pone su acento, en muchos casos,
en el libro como objeto, en el continente por sobre el contenido. Pero esto no
debe verse de modo peyorativo sino como una característica propia del
coleccionismo en general, aplicado al libro. Por el contrario, muchas piezas
bibliográficas de enorme valor literario, histórico y testimonial, han sido
preservadas gracias a esta antigua pasión que reconoce su origen en el amor por
la palabra escrita y su conservación, por el hombre de cualquier tiempo, del
testimonio creativo, cultural e histórico de otros hombres y de otro tiempo. Finalmente,
¿no son las bibliotecas, en alguna medida, formidables colecciones
administradas por temporarios coleccionistas de profesión bibliotecarios?
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